Mi madre y mi padre me
cuentan sobre el último Mundial de Fútbol en el que jugó Perú. ¡Cómo saltaba el
abuelo cuando la bicolor metía un gol! ¡Cómo sonaban las bocinas de los carros
para festejar el punto! La gente saliendo de sus casas, gritando el gol, la
euforia colectiva ¡Era algo de otro mundo! ¡Una fiesta!
Las nuevas generaciones no
conocemos cómo se siente que Perú, nuestra patria, esté compitiendo contra las
mejores selecciones de futbol del mundo. Qué se siente ver a nuestro Perú
jugando contra Francia, Japón, Alemania, luchando punto a punto. Sentir ese
nerviosismo cuando ocupan nuestro lado de la cancha.
No sabemos nada. Sólo
conocemos a un Perú derrotado, en el cual solo uno o dos juegan. No sabemos qué
significa entregarse por un punto. Lesionarse solo por impedir que el equipo
rival se acerque a nuestra mitad. Por eso no logramos entender la fiesta que se
vivía en épocas pasadas, lo sentimos muy lejano.
Con la corrupción latente en
la Federación Peruana de Fútbol, con jugadores mediocres que solo juegan por
dinero, mas no por pasión, ¿cómo volverán los días de oro del futbol peruano,
cuando éramos temidos en la cancha? ¿Es
posible que el puntaje salga a nuestro favor o siempre echaremos la culpa al árbitro?
Simplemente, no vemos cómo
se solucione esto. Muchas promesas hechas, pero pocas cumplidas. No queremos
palabras, sino hechos. Que poco a poco el Perú vuelva a ser respetado en el
continente y en el mundo por tener jugadores rápidos, entregados, unidos y
valientes. No como ahora, donde somos una burla.
¿Será posible que veamos a
Perú en un mundial pronto? ¿Esta generación envejecerá sin ver a la bicolor en
la tabla de posiciones junto a las mejores selecciones del mundo? Se necesita
tanto por hacer y se tiene poco tiempo para mejorar. Esperemos que el tiempo
libre no se extienda más de lo debido.